
Actualizado el domingo, 22 diciembre, 2019
Las amantes de Luis XIV, Françoise-Athénaïs, Marquesa de Montespan
Uno de los alicientes de visitar Versalles, sobre todo si esta visita se realiza con buena información, es sentir los pasos de los pobladores ilustres de estas estancias y pasillos. Entre la inmensa Corte Real, tenían especial brillo las amantes oficiales del Rey, entre las que destacamos ahora a Françoise-Athénaïs, Marquesa de Montespan, que compartía lecho con Luis XIV.
Comentaremos algunos detalles biográficos de esta Dama.
Primeros años y adolescencia
Françoise-Athénaïs nació el 5 de octubre de 1640, hija de Gabriel de Rochechouart de Mortemart y Diane de Grandseigne, de una vieja familia de la alta nobleza francesa, por lo que desde su cuna, ya ocupaba una posición social muy elevada. La niña Françoise-Athénaïs, pasó una infancia despreocupada entre la Corte francesa (en aquellos tiempos en París, en el Louvre) y las propiedades familiares por Francia.
En su adolescencia, completó su educación en el Convento de St. Mary at Saintes, donde recibió la tradicional educación religiosa de las damas de su época y donde pasó una estancia feliz ya que la joven, era muy devota.
Llegada a Palacio
Terminada la etapa conventual, Françoise se instaló como Dama de Honor de Enriqueta de Inglaterra, la cuñada de Luis XIV con quien estuvo un corto periodo para después formar parte como Dama de Compañía del séquito de María Teresa de Austria, consorte de Luis XIV, gracias a sus influencias familiares.
Con 23 años se casó con Louis Henri de Pardaillan de Gondrin y adquirió el título de Marquesa de Montespan. Fruto de este enlace nacieron dos hijos.
Ascenso meteórico
Françoise llamó pronto la atención en la Corte y fue considerada la mujer más bella de Palacio. Era carismática, inteligente y disfrutaba de un buen nivel cultural que le permitía tomar parte incluso en conversaciones de alta política. No tardó en ser cortejada por hombres de alta alcurnia de Versalles.
Ella pronto situó su objetivo en la alcoba de Luis XIV. El puesto de amante real estaba ya ocupado por la dama Louise de La Vallière. Françoise, consiguió entablar una fuerte amistad con el Delfín de rey y sus intentos de llamar la atención de Luis XIV no pasaron desapercibidos en la corte, siendo incluso motivo de entretenimiento del monarca y de su séquito.
Hábil en sus relaciones personales, se hizo amiga de la propia Louise de La Vallière y de María Teresa de Austria, que solicitaron su ayuda para el entretenimiento del Rey mientras duraban sus embarazos, ambos provocados de relaciones con el propio Rey.
Fue la gran oportunidad de Françoise y desde luego no la desaprovechó y consiguió que el Rey se enamorase de ella y apartara a Louise de La Vallière, que llegó a ocupar una posición de asistente de la propia Françoise, lo cual desembocó en su salida de la Corte y en su retiro definitivo a un convento.
Françoise y Luis XIV tuvieron 7 hijos, de los que sobrevivieron 3, que fueron criados por Madame de Scarron, ya que la posición oficial de Françoise como amante oficial del Rey empleaba todo su tiempo. Pese a ello, la dama consiguió que los tres fueran legitimados y que legalmente disfrutaran de su apellido Borbón. Los tres recibieron importantes títulos nobiliarios.
La caída en desgracia
No todo fueron alegrías y triunfos en la vida de François. Su posición de amante oficial del Rey, siendo mujer ya casada, le provocó problemas con la Iglesia Católica que llegó a negarle la comunión.
Su caída final se produjo con el Affair of the Poisons, o Asunto de los venenos, en el que se vio envuelta acusada de participar en una conspiración para envenenar a todas las personas de la Corte que podrían hacerle sombra, incluyendo a una bella Dama que empezó a despertar el interés del Rey, la Duquesa de Fontagnes, que murió joven por casuas inesperadas y de cuya muerte se culpó a Françoise. Se le acusó de un acuerdo con el famoso químico La Voison, con el que habría creado fórmulas y pociones para mantener el amor del Rey hacia ella.
Este amor continuó, incluso por encima de las acusaciones, pero en los primeros síntomas de degradación, Fraçoise decidió retirarse, antes de sufrir la humillación directa de pasar a asegundo plano y se retiró a un Convento, desde donde disfrutó de una generosa pensión real y donde pasó sus últimos días realizando labores de caridad.
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