
Actualizado el martes, 24 diciembre, 2019
¿Era Versalles un lugar sucio y maloliente?
Uno de los mitos más establecidos sobre el Palacio de Versalles es el de las pobres condiciones higiénicas en las que vivían sus habitantes. En este reportaje trataremos de poner un poco de luz y desmitificar, en la medida de lo posible, este tipo de ideas preconcebidas.
Se dice que uno de los elementos clave del inicio de las revoluciones francesas fue la insalubridad de ciudades como París. Ello se ha extendido también a la Corte de Versalles a la que se le ha achacado un nivel de insalubridad elevado, en el que sus moradores realizaban sus necesidades aquí y allá, detras de columnas o cortinas, dando lugar con ello a un estercolero fétido y opresivo.
Vaya por delante que lógicamente las condiciones de higiene generales distaban en aquellos tiempos de las que ahora disfrutamos en el primer mundo. Pero ello queda lejos de pensar que un lugar de la prominencia e importancia de Versalles fuera un lugar inhabitable por su suciedad, al menos para los que allí vivían entonces.
¿Que pensaría un visitante actual?
Un primer error puede ser llevar 300 años atrás los niveles de higiene y salubridad que hoy consideramos tolerables. Con nuestra visión actual, el Palacio de Versalles parecería en efecto un lugar poco agradable para vivir.
Versalles se creó casi de la nada, en una zona rural pantanosa en la que no existían sistemas de alcantarillado. Logicamente no existían en Palacio tuberías de desagüe, pero por contra existían cámaras especiales con cubos, cuencos o sillas con agujero para aliviar las necesidades básicas. Ello se complementaba con una legión de sirvientes encargados de la limpieza regular de estas estancias, lo cual lleva a pensar que como norma general, los habitantes de Versalles no hacían sus necesidades en cualquier esquina discreta, aunque logicamente, casos habría.
El Palacio no era siempre un lugar bien ventilado. Las chimeneas tenían errores de diseño, lo cual creaba un ambiente interior cargado y con humo. La higiene personal era más laxa que la actual. La gente no se bañaba todos los días y para un espectador actual, las condiciones personales de gran parte de la Corte serían bastante mejorables, pese a que intentasen disimularlo con intensas fragancias que no hacían más que agravar la situación. Tan solo se libra de esa percepción María Antonieta, que tenía fama justamente de lo contrario, de tomar demasiados baños y dedicar excesivo tiempo a su higiene y belleza personal.
Pero no nos engañemos. En la época, esas condiciones eran más que aceptables y los niveles de tolerabilidad eran muy bajos comparados con hoy. La micción en público, en cualquier esquina, era un fenómeno de mayor aceptación social que actualmente y los complicados vestidos de las damas obligaban a medidas excepcionales de alivio, en muchos casos, con pocas probabilidades de intimidad o máxima salubridad.
El resultado de todo ello es tal vez el estereotipo actual que incluso arrastra a todos los franceses, sobre su supuesta poca afición a la higiene personal. Muy posiblemente, los mitos de Versalles en este sentido han pesado mucho en esta concepción. El origen de este mito está seguramente en la propia Francia. Tras la Revolución, la monarquía disuelta se asociaba a un periodo oscuro, negativo y desagradable. Se crearon falsos rumores sobre la depravación de la Corte y las bajas costumbres de sus nobles moradores. La leyenda negra interesada proyectó una imagen de renovación y limpieza del nuevo régimen.
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